sábado, 2 de agosto de 2014

Madrid y el efecto Placebo.

Aquí me encuentro, difícilmente, una semana más tarde de haber salido de Vigo a las 8:13 de la mañana en un tren con destino Madrid que me dejaría en la estación de Chamartín. No lo voy a negar: me va a resultar bastante complicado hablar de este viaje, porque a pesar de que cuando fui a Alemania lo pasé tremendamente bien y me enamoré de esas tierras, de Madrid debo decir que allí he pasado el mejor día de mi vida y que finalmente he conocido en carne y hueso a algunas de las personas a las que más quiero en este mundo, y dejar todo eso - con el añadido de que estoy hablando de la capital, osea, de la gran, gran ciudad - para volver de nuevo a mi triste vida ha sido demasiado complicado como para expresarlo.

Llegué a Madrid tras seis horas de viaje, pasando de los 16 grados de Vigo a los 40 que había cuando bajé, tras un viaje lleno de lectura, música y fanfiction. En la estación me estaba esperando mi amadísima Gema, CDT1202 o CydonianVlogger para muchos de los mortales de por ahí fuera que la conocen por sus vídeos, con su madre, que me vinieron a recoger: una vez más, como si estuviese en otro intercambio, tendría otra familia por una semana, una familia que me trataría mucho mejor de lo que me esperaba y de lo que me merezco. Jamás tendré palabras suficientes para agradecerles, y espero que se hayan dado cuenta de lo muchísimo en deuda que me siento para con ellos.


Viajando en tren a Madrid mientras que disfruto de algunas de mis compras pre-viaje: Escoria y Filth, de Irvine Welsh, que nos son más que el mismo libro en dos idiomas, y uno de los cómics de X-Men Origins.


Y aquí estamos Gema y yo en el metro, camino a yanorecuerdodonde, ajajajaja.


Lo que hicimos el primer y el segundo día: rodaje de Cristal, un pequeño proyecto de novela gráfica vía YouTube que espero que no tardéis mucho en poder ver y del que mi querida Gema se siente muy orgullosa, y con razón.


Madrid... qué decir de Madrid. La gente, los lugares. Lo único que no me ha gustado es el calor seco e insoportable, al menos para mi, chica del norte, pero eso ha sido porque he ido en verano, que en invierno, ni eso. El Museo del Prado, el Thyssen, el Reina Sofía, el Parque del Retiro... Lugares que a día de hoy me cuesta pensar que he visitado y que existen de verdad, que no son simples fotos, al igual que toda esa gente con la que he estado hablando cara a cara después de tantísimo tiempo hablando a través de la pantalla de un móvil/ordenador - bueno, qué os voy a decir, he visto a Placebo... pero vayamos por partes -. Madrid es precioso, y tanto más que los es Boadilla del Monte, aunque en Madrid no se le considere más que un pueblito - en Galicia tendría casi el status de ciudad pequeña, al menos, teniendo en cuenta como mi capital provincial, oséase, Pontevedra, es -. Es realmente, todo ello, un mundo aparte. Tanto los lugares como la gente. Lo cierto es que a estas alturas ni siquiera soy capaz de ordenar los días ni de hablar con claridad de toda la gente que he conocido, pero tuve la necesidad de escribir sobre mi viaje, así que, aunque no esté diciendo nada realmente, necesito hacerlo. Por mi gente, por las hermosas calles de Madrid, por las tiendas y por las experiencias. Y por Placebo, claro, que ahora vamos a ello.


Madrid city, bae.


Plaza Mayor, aunque una relaxing cup of café con leche es inviable con poco presupuesto.


El museo Thyssen.


Nuestra barquita del Retiro.

La noche del 29 al 30 de julio no dormí. Simplemente, pasó: cuando quise darme cuenta ya eran las cinco y media de la mañana, yo ni me había metido en cama y el despertador me sonaba en menos de media hora, así que decidí que intentar dormir era una estupidez. Debo decir que mucho ayudó que fuésemos tres locas en la misma casa, pero que, eso, a las seis de la mañana allí estaba yo, bajo el frío mañanero de Madrid, esperando al metro ligero para luego tomar otros dos metros más que me llevarían hasta la calle Goya, donde me esperaba Sergio, una de esas personas que os comentaba que llevo hablando demasiado tiempo con ella a través de Internet, y que ver en persona es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida - sí, no puedo con el momento en el que tenga otra oportunidad para escaparme a Madrid -. Juntos fuimos hasta la puerta del Palacio de los Deportes, donde el concierto de Placebo tendría lugar. Y sí, eran ya las 7:30 de la mañana, y Placebo actuaría a las 22:00. Tan loco como suena.


Estas perjudicadas y yo y como no dormir en una noche entera mientras te sientas en un tejado.


Y aquí estamos Sergio y yo, el día antes del concierto, que fue la primera vez que nos vimos en persona - Y CUANDO VIMOS A UNO DE LOS DE AURYN Y NOS HICIMOS UNA FOTO CON ÉL, AJAJAJAJAJAJAJA -.

Siempre cuento, a todo el que quiera escucharme, que desde el momento en el que 20th Century Boy entró por mis oídos, supe que esa banda iba a gustarme, o lo que es más, a obsesionarme. No sé si es por esa mezcla de felicidad con agonía, no sé si es porque son capaces de expresar cosas que ni siquiera sabía que se podían reflejar de verdad, pero el caso es que Placebo se convirtió en una gran razón más por la que vivir. Y allí estaba yo, llegando al recinto en el que tendría lugar la mayor explosión emocional que he tenido en mi vida.
La cola del concierto fue un caos. Por muy genial que fuese el concierto, la organización debo decir que ha sido más que pésima. De un lado para otro toda la tarde y sin saber dónde era la cola realmente. Y eso que nosotros llegamos de mañana, porque había gente que había dormido allí y estaba tan confusa como nosotros. El caso es, y quitando ya lo malo, que en la cola pudimos conocer al puñado de gente más genial del mundo, incluyendo a un chico ruso que como estaba solísimo lo unimos a nuestro grupo, y que estaba a punto de vivir su concierto número dos de Placebo.


La bandera de nuestro nuevo compañero venido de Rusia.


Foto ya dentro del Palacio, todavía a casi un par de horas de ver a Placebo.


Y a esto llegaré más tarde, pero es la última foto que nos pudimos tomar: el momento de la despedida, después de haber vivido el mejor momento de mi vida, todavía con las lágrimas en los ojos. Aquí estamos el grupo que formamos en la cola del concierto, gente de la que nunca me podré olvidar ni a golpe.

Me estaba muriendo de sueño, la cabeza estaba a punto de explotarme y hacía muchísimo calor, pero sí, sobreviví. Increíblemente, sobreviví. Entramos y conseguí colocarme en la primera fila, lo que todavía me parece más alucinante.
Los teloneros no fueron realmente de mi agrado, pero hicieron la experiencia llevadera, además de que su sonido en directo era bastante bueno - creo que estoy lo suficientemente capacitada para juzgar si algo que no me gusta suena bien o no a pesar de mis propios gustos -. LA salieron y se marcharon de lo más puntual, cosa que agradecí con mi vida, aunque, sobre todo, agradecí que Placebo hubiese hecho lo mismo.

Y qué os voy a decir...


Los teloneros, LA.


¿Conocéis este escenario? Sí, Placebo's on stage, bae.

He visto a Muse en festival, y he visto a Muse en directo en su último tour de estadios. He visto su espectáculo, he escuchado la voz de Matt en directo y sé que tiene un talento privilegiado. Los he visto actuar en directo y pensaba que jamás podía vivir nada semejante, quiero decir, que jamás podría experimentar un concierto tal, vivirlo de la manera en la que lo viví. Bueno, debo decir que me equivoqué. Placebo no tiene un gran espectáculo, de hecho tienen unos conciertos de lo más planos, pero debo decir que es una fórmula que les funciona: son puro sentimiento, emociones puras a flor de piel. Muse es la gran banda por excelencia en directo, pero creo que he vivido mucho más el directo de Placebo, por absurdo que suene. Brian Molko, después de Gerard Way, obviamente, es la persona a la que más admiro en este mundo, y verle, autodemostrarme que es una persona de verdad, de carne y hueso, me ha impactado como nada hasta el día de hoy. Ese pequeño andrógino hombrecillo, que tiene una voz que suena exactamente igual en directo que en sus álbumes, un hombre que a pesar de haber recibido hasta amenazas de muerte, nunca dejó de ser quien era, de creer en lo que creía. Un hombre que me ha demostrado demasiadas cosas. Y era de verdad. Esa persona que me había causado todas esas lágrimas, todos esos escalofríos, todos esos disgustos, ese pequeño modelo a seguir que siempre ha vivido dentro de mi imaginario. Sí, era de verdad. Joder, ¡lo era! ¡Increíble, pero cierto, lo era! ¡Y tenía a Stefan Olsdal a escasos metros de mí, ese increíble y gigantesco hombre que nos hablaba en español entre canción y canción! Buf, no puedo hablar mucho, porque me vengo abajo.

Un concierto ENORME, la experiencia de mi vida. Lloré como unas cinco horas seguidas, y más lloré en el momento de despedirme de toda la gente con la que había estado. En serio, me gustaría escribir más, pero sé que si lo hago me vendré abajo, y no quiero hacer eso. Esto es como una especie de autorecordatorio de que todo esto sucedió de verdad, y lo cierto es que no quiero deprimirme mientras lo hago.


Sí, son de verdad. Vaya.

El viaje en tren fue una mezcla de descanso y tristeza enorme. Encontré una nota que Gema me había metido en el equipaje y me quedé abrazada a ella mientras lloraba un océano. Una semana, y ahora mi mundo está al revés. Me va a costar tanto volver a la vida normal y mundana que llevaba antes de ir Madrid que me pongo mala solo de pensarlo. Pensaré que ha sido un sueño muy lúcido. Sí, tal vez piense eso. O tal vez lo ha sido realmente. Quien sabe. Yo solo puedo dar las gracias a la vida por haber aguantado en mi hasta haber vivido esto. Uf.





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