lunes, 7 de julio de 2014

Deutschland: a country to live for.

Es complicado, porque realmente no tengo claro por donde empezar. En estos casos siempre se dice que lo mejor es empezar por el principio, y eso debería hacer, pero el principio puede empezar en muchos puntos distintos, lo cual no deja de ser confuso. A eso, no puedo dejar de sumarle el sentimiento de profunda nostalgia que tengo desde hace menos de un día, es decir, el tiempo que llevo fuera de Alemania después de haber estado allí, disfrutando de ese país del que me estoy empezando a plantear seriamente en convertir en mi casa, aún a pesar de todos mis sueños de una futura residencia en la hermosa Scotland.

Bien...supongo que no necesito explicar lo que es un intercambio, porque esa es la razón que me lleva a viajar a Alemania: durante una semana, los alumnos que recibían clases extraescolares de alemán en el IES Johan Carballeira tendrían la opción de vivir con una familia de acogida en un pequeño pueblo del norte de Alemania llamado Harsewinkel, un pueblo rural considerablemente adinerado. Dicho y hecho: el 1 de julio, hace exactamente ahora mismo una semana, salimos de nuestro instituto, en Bueu - un pequeño pueblo de la provincia de Pontevedra, para los que no sepáis dónde es -, en un microbus facilitado por la agencia de viajes en la que nuestra profesora de alemán planificó el viaje, en dirección al aeropuerto de Porto, en Portugal, donde tomaríamos el avión de Ryanair Airlines que nos llevaría a Düsserldorf, nuestra primera parada en suelo alemán. A decir verdad, y esto ya es exclusivamente a nivel personal, estaba aterrorizada, pues era la primera vez que montaba en un avión, y sería un vuelo de aproximadamente dos horas. Cuando llegamos a Porto, y para más inri, nos tuvieron esperando más tiempo del planificado por el hecho de que nuestro avión sufría problemas técnicos y por lo tanto nos iban a cambiar de avión, lo cual no estoy segura, todavía a día de hoy, de si eso debería dejarme más tranquila o todo lo contrario. El caso es que subimos finalmente al avión, y sí, sobreviví. De hecho, el vuelo fue perfecto, sin ninguna clase problema ni alteración. Hacía sol, y no hubo ni una sola turbulencia. Vamos, un vuelo en el que poder relajarse sin ninguna clase de problema.
Y sí, finalmente, y después de mi primera y tranquilizadora experiencia en el aire, llegamos a las tierras alemanas, las cuales nos darían muchas más gratas sorpresas de las que nos esperábamos.


Una foto del vuelo, oh, sí, mi primer vuelo en avión. 
Si no me equivoco, justo aquí estábamos sobrevolando el mar.


Como ya decía, aterrizamos en el aeropuerto de Düsseldorf, población que en realidad no tuvimos la suerte de poder ver, pues tuvimos que salir casi literalmente corriendo a tomar un autobús de plataforma baja que nos llevaría a coger una larga serie de trenes que finalmente nos dejarían en Harsewikel, el pueblecito en el que nos alojaríamos toda la semana. En el aeropuerto nos recibieron las profesoras de español de los alumnos alemanes que nos acogerían, a las cuales les estaré agradecida toda mi vida - especialmente a Urte, que es la que más tiempo estuvo con todos nosotros -, y una vez hechas las presentaciones, partimos en el viaje que ya os comentaba.


Esta es la primera foto que pude tomar en Alemania; sí, este es el aeropuerto de Düsseldorf.


Al parecer los trenes alemanes tienen fama de retrasarse: bien, os confirmaré el hecho, porque pudimos sufrirlo en nuestras propias carnes. Eso sí, durante el tiempo que tardaba el tren en llegar tenías la posibilidad de pasearte por la estación y, cosa que no hay en España, maravillarte con los puestos de comida, que no son precisamente pocos, y en los que la comida no es precisamente poco apetitosa. Además, después del vuelo y de unos cuantos viajes en tren, sin tiempo a comer, estábamos hambrientos y sedientos. 


Los alemanes nos llevan años de ventaja: al menos en las estaciones de tren, venden cafés enormes y baratísimos (al menos en comparación con España). Esta foto muestra el primer café que tuve la suerte de tomar en Alemania, el cual, si no me estoy equivocando, me costó 1,40€, lo cual podemos considerar una ganga en España teniendo en cuenta el tamaño del recipiente.



Rápido resumen de viajar en tren en Alemania: velocidad inconstante mientras ves a tu alrededor una extensísima llanura verde o pequeñas poblaciones espontáneas.


Y bueno, así como os contaba, llegamos a Harsewinkel, probablemente en nuestro tren número 484894524848994856245108948341 - perdonadme, soy una reina del drama -. Allí nos estaban esperando todas las familias de acogida para llevarnos a nuestras respectivas casas - al menos por una semana -. Y bueno, sí, allí estaba Nora con su madre, 2/4 de mi familia adoptiva durante una semana - bueno, mi caso fue especial porque en vez de acogerme a mi sola, en su familia no solo habría un inquilino, sino dos, ya que yo debía compartir mi familia con Aida, una compañera ya no solo de clase de alemán, sino de 2º de bachillerato, el curso que he finalizado este año -, con la que al principio pensé no llegar a entenderme nunca, porque lo cierto es que no tengo ni idea de alemán, a no ser que sean un par de palabras sueltas como gabel, kartoffel o rathaus, eso sin contar que Nora sabía español, sí, pero al principio se mostró muy vergonzosa para hablar - aunque bueno, al día siguiente Nora ya empezaría a hablarnos en español, pero vamos por partes, como dijo Jack el Destripador -, así que tratamos de entendernos entre todos en inglés, lo que a la larga no resultó ser tan malo. Nos llevaron, efectivamente a nuestra casa temporal, que para nuestra sorpresa no estaba en el pueblo - a decir verdad no recuerdo el nombre de donde estuvimos viviendo, pero el caso es que Nora era de las pocas chicas que no vivía en Harsewinkel -. Y bueno...qué decir. Una casa enorme, preciosa, en la que nos dejaron una planta entera solo para nosotras dos, con baño, sala, dormitorio y cocina - y en el dormitorio nos prepararon una mesa con dos vasos, muchas botellas de agua y una grosera cantidad de gominolas Haribo y bombones Lindt -. No hace falta que diga mucho más para saber cuán alto es su nivel de vida en comparación con el nivel de vida de España. Su familia nos estaba esperando para cenar, y eso a pesar de que llegamos a una hora en la que la gente en Alemania ya está durmiendo o preparándose para ello, aún por encima teniendo en cuenta que era martes y al día siguiente tendrían clase y trabajo - bueno, nosotros también >.< -, lo cual me pareció un gesto de lo más considerado. Y la cena, como todo lo que comimos en Alemania, estuvo deliciosa. Y sí, ese así fue nuestro primer día en Alemania, en el cual estábamos más muertas que vivas después del largo viaje.


Nuestro dormitorio, realmente la única foto de la casa que tengo, eso sin contar las que nos envió Nora por WhatsApp antes de ir a Alemania. 
Las vistas desde mi cama, con Aida ya acostada en la suya, hahaha.

Al día siguiente, el cual madrugamos mucho más de lo que acostumbramos en España - creo que deberíamos levantarnos a las 6:20 pero nos quedamos dormidas hasta las 7:00 -, llegamos al enooooorme instituto, en Harsewinkel, donde tuvimos otra especie de recibimiento. Después de un pequeño tour por el (los) edificios, en el cual no pudimos dejar de darnos cuenta, una vez más, de como su nivel de vida distaba tantísimo del nuestro, ya que con sus impuestos han conseguido un centro que ni los colegios privados españoles pueden conseguir, el grupo de alumnos españoles, con algunos alemanes - no todos ellos; por ejemplo, Nora se quedó en el instituto pues luego tendría un concurso de cine, o algo semejante - fuimos a la primera gran ciudad alemana que visitaríamos:. Münster.

Después de una visita guiada por Münster, en la que conocimos algo de su historia y sus sitios más representativos, además de entrar en la catedral, nos dejaron unas cuatro horas a libre albedrío, horas que empleé en lo más importante que una adicta al café como yo puede hacer: buscar y encontrar un Starbucks - y ya luego si eso comprar alguna que otra cosa, pero las prioridades por orden, además de que necesitaba perder mi virginidad de Starbucks con mucha urgencia -.


El más grande - y probablemente el único - parking de bicicletas del mundo.
Münster es también conocida como "la ciudad de las bicicletas", ya podéis ver por qué.



Vistas de la ciudad de Münster: el edificio blanquecino viene siendo su catedral, mientras que la torre oscura pertenece a la iglesia de Münster.



La torre de la iglesia de Münster tiene tres jaulas en las cuales al parecer en su día hubo cadáveres de los que se alimentaban los pájaros.



Como bien se puede apreciar en todas las fotos de Münster, esta torre es el elemento más simbólico y dominante de la ciudad.



Esta foto, aunque en una pésima calidad - bueno, no es que las otras estén como para echar cohetes -, se corresponde con el reloj astrológico de la catedral de Münster, el cual sigue en funcionamiento después de haber sido restaurado tras la Segunda Guerra Mundial. A las doce en punto da un particular espectáculo que lo cierto es que merece la pena verlo. Como recuerdo, lo grabé en vídeo, el cual intentaré poneros aquí abajo, a pesar de que la calidad sea mínima.




Y finalmente lo encontramos: el Starbucks, lo cual también significaba WiFi para nuestros aislando móviles.



...y aquí está lo que nos tomamos en el Starbucks. Es la primera vez que no consigo terminarme un café - café con chocolate blanco, el cual estaba sublime, debo decir -, aunque tampoco os penséis que dejé mucho. Además de eso, me compré una taza que podréis ver más adelante - en Münster también compré unas postales y unos regalos para una amiga -.


Me siento orgullosa de decirlo: Münster es una de esas ciudades con encanto que uno debería visitar al menos una vez antes de morir. Y bueno, sí, yo ya lo he hecho, aunque todavía me cueste procesarlo. De hecho, mientras volvíamos a Harsewikel, iba pensando en lo increíble que todavía me parecía el hecho de estar fuera de España por primera vez - bueno, Portugal no cuenta, porque ya es como mi segunda casa (é que, sexamos realistas, Galiza está máis en Portugal ca en España: temos máis de portugueses ca de españois) -.
Cuando llegamos, Nora seguía en el concurso - o lo que quiera que estuviera haciendo, ya os digo que no tengo exactamente claro lo que me dijo -, así que nosotras nos fuimos a casa de otra de las chicas alemanas, la cual nos dejó sorprendidísimas con su dominio del español - siendo realistas, joder, hablaba español casi mejor que yo, y no sé si lo digo bromeando o lo digo verdaderamente en serio -. Y bueno, en resumen, tuvimos una más que agradable tarde, que acabó cuando nos vinieron a buscar de vuelta a casa, lo que debo decir que agradecimos porque nos estábamos muriendo de cansancio - no tanto como el día anterior, pero... -.
Al despertarnos, nuevamente a las 6:20 - esta vez sí, no nos dormimos -, volvimos a Harsewinkel, esta vez a clase, donde en historia vimos una película sobre la Primera Guerra Mundial de la que creo que no entendí más que las frases sueltas en francés que dijo una chica que apareció esporádicamente en la cinta.

Después de esa clase, la cual realmente no se me hizo larga, aunque técnicamente lo fue, a las 10:30 fuimos a Claas, una empresa de máquinas para el cultivo, como cosechadoras, tractores y derivados, empresa que aportaba unos increíbles beneficios económicos al pueblo, la razón número uno de su riqueza, vamos. En Claas hicimos un tour por toda la fábrica - vamos, que andamos como unos cuatro kilómetros durante los que Urte, la profesora de español de la que os hablaba, nos traducía lo que la guía nos iba contando, vamos, que trabajan de puta madre [por hacer unas ocho cosechadoras completas por día] -. En Claas también nos invitaron a comer, una comida que, como ya comentaba con toda la comida en Alemania, estaba deliciosa, la verdad. Que por cierto, un pequeño apunte ya que hablamos de comida: los alemanes casi ignoran por completo al agua mineral y natural; para ellos casi únicamente existe el agua con gas, y creo que todos los españoles lo pasamos bastante mal con ese aspecto.


Foto en Claas, delante de una de sus picadoras...creo que era una picadora, vaya.


Y ahora es cuando me insultáis o no sé, pero debo confesarme: desde que volvemos de Claas, no tengo claro el orden de las cosas que hemos hecho. Sé todo lo que hemos hecho, pero creo que estoy confundiendo unas cosas con otras en el tiempo. Bueno, yo sigo, y ya me acabaré corrigiendo a mí misma si está realmente mal. El caso es que a la tarde ese día hicimos una especie de juego en el que teníamos que buscar cosas por todo Harsewikel, tarea que ya casi nos tuvo entretenidos todo lo que restaba de día - y en la cual nos regalaron un helado, el cual es descaradamente barato en Alemania teniendo en cuenta el precio del helado en España, y donde, además, me paró una chica en el medio de la calle para preguntarme si era fan de Thirty Seconds to Mars al ver mi colgante del Triad, mira tú por donde que me voy a encontrar Echelon en medio de un pueblito alejado de la mano de Dios en Alemania -, aunque lo acabamos en un pub con un aspecto muy típico de Alemania con otras de las chicas alemanas que estaban acogiendo a compañeras españolas.


Y bien, este es el pub en cuestión. 
Ponían hielos en forma de estrellita: sí, esa es la clase de cosa que una no olvida.


Y bien, sin darnos cuenta, ya llegamos al cuarto día. En el cuarto día también madrugamos para ir a clase, lo cual casi me da ganas de llorar: ir a una clase de inglés en Alemania es como debería ser el ir a una clase de inglés en cualquier país desarrollado de este nuestro mundo. El nivel de inglés en España es casi de parvulario: es decir, desde 1º ESO el nivel apenas aumenta. Allí todos participaban en clase y el profesor tenía un inglés que parecía nativo, y todos entendían lo que decía, y contestaban con un inglés sublime. Pagaría, de veras lo digo, pagaría por tener clases como esa en España, al menos, para poder hablar en inglés y que no me manden callar por saber demasiado, que ya tiene narices la cosa.
Al salir de clase fuimos a los jardines de la iglesia de St. Lucía, que es la iglesia de Harsewinkel, vaya, donde hicimos una especie de barbacoa en la que todo el mundo llevaba algo distinto para comer, preferiblemente algo típicamente español - es así como descubrimos que en Alemania no tienen algo como el paté o las tostadas de pan duro, y que el precio del aceite de oliva de La Española o de Carbonell son como para ponerse a llorar -. Además de comer muy bien, pasamos un muy grato rato.
Cuando acabamos de comer, y como todavía quedaban horas para el partido Alemania-Francia, que íbamos a ver en un local, fuimos a la piscina pública de Harsewinkel, pues hacía mucho sol y calor, aunque no pueda decir que haya pasado un muy buen rato allí, pues ni me pude bañar en la piscina, ni pude irme a ningún otro sitio en el que no hiciera tanto sol y calor. Por fortuna, no fue demasiado tiempo, y pronto el sol se fue y empezó a llover, gracias a los cielos, literalmente.



Vídeo grabado en el coche de camino a la piscina, donde se ve la entrada a Harsewinkel, además de uno de los edificios de Claas (para más inri pasa un tractor de Claas por delante, pura casualidad).




Foto en la piscina de Harsewinkel.

Y sí, como ya os comentaba, fuimos a ver el partido de Alemania. Tengo que decirlo, y lo siento por los españoles: no hay mejor experiencia que la de vivir un partido de Alemania rodeado de alemanes. Joder, cómo lo viven. Por mucho que digan lo contrario, y aunque puede ser que haya más fanatismo en España, los españoles no viven tantísimo los partidos. Hermoso de ver, os lo prometo.




Sí, sé que se ven de lado, pero lo siento. 
Estos vídeos son del principio y el final del partido: durante el himno, en el que ellos al menos tienen letra, y justo en el momento en el que el arbitro pitó el final del partido, con la victoria alemana 1 - 0 contra Francia. 
Sí, así es como se celebra una victoria en el mundial si eres alemán.

Y así es como llegamos al sábado, o lo que es lo mismo, el primer día en el que no tenemos que madrugar realmente. Siguiendo el programa que nos entregó nuestra profesora de alemán, este era el día que teníamos libre, para disfrutarlo con nuestros amigos y familias: hacer lo que nos diera la gana, vaya. Y bueno, eso hicimos: un grupo de españolas y alemanas fuimos de compras - donde me compré unas cuantas cosas, entre ellas un peine de My Little Pony y un condón de Yoda - y a la bolera, otra nueva experiencia para mi, en la que fui sorprendentemente buena, al menos, al principio.


La bolera, donde jugamos españolas vs. alemanas: 1 - 1, debo decir.


Y aquí estamos mi amiga Aldara y yo intentando camuflarnos entre la gente alemana o algo parecido.
Foto sacada en la bolera.


Mis chicas alemanas y yo en la bolera.

Y bueno, así llegamos al último día. Lo cierto es que fue difícil despedirse de la gente, cuánto más del pueblo. Nadie lloró, pero seguro que poco faltó. Diría que también íbamos a extrañar el país, pero todavía nos quedaba casi un día entero en la segunda gran ciudad que visitamos: Bremen. Y aunque fuésemos a estar sin nuestras familias, al menos nos tendríamos los unos a los otros y un gran afán de exploración y de ganas de visitar encima.

No importa lo que mi cabeza imaginase: Bremen resultó ser mucho más bonito que cualquier expectativa. Grande, e irracionalmente bello - digo lo de irracional porque hasta edificios que no tienen ninguna necesidad de ser verdaderamente ornamentales, lo son -. No pudimos ver la famosa estatua de los músicos por falta de tiempo y organización, pero al menos hemos visto su hermosa rathaus, osea, el ayuntamiento, y hemos podido hacer otra parada en el Starbucks, en el de Bremen esta vez.


Sí, Starbucks, esta vez de Bremen: vanila latte y muffin de red berry. 
Una delicia.


Bremen's rathaus. 
Uno de los más emblemáticos edificios de Bremen.


La estación de Bremen. 
De aquí fue de donde salimos y aquí también fue donde nos volvimos a reunir para ir hasta el aeropuerto de Bremen, el que nos llevaría de vuelta a casa - bueno, a Portugal, pero más cerca de casa -.


De esta foto únicamente comentar que fue una imagen que nos encontramos andando, sin más, y que simplemente le tomé una foto.
 Pero, decidme, ¿no es hermoso?


Sí, Spiderman en Bremen. Olé.


Y bueno, a grandes rasgos aquí termina todo. En Bremen tomamos el avión, como ya comentaba, el cual nos llevaría a Porto, y vuelta al microbus que nos llevaría a Bueu, tal y como hicimos en la ida, solo con la diferencia de que esta vez era de noche, cerca de las doce - hora española: en Portugal siempre es una hora menos -, y todos nosotros nos íbamos sin querer hacerlo, ya que un trocito de todos nuestros corazones, y eso lo sé de seguro, pertenece a Alemania, allí donde se encuentran las que fueron nuestras familias por una semana, a las que esperamos que no haya sido la última vez que vemos. Yo me quedo con los recuerdos que ahora atesoro en mi libro de memorias, y con todas esas cosas que espero no olvidar. Deutschland, esta ha sido la primera vez, pero no la última, eso lo tengo claro.


Algunos de los recuerdos de Alemania: un parche, la taza de Starbucks, el collar hawaiiano del mundial, postales y planos de las dos grandes ciudades (Bremen y Münster), facturas para recordar las tiendas que he visitado, el libro que me regaló mi familia antes de irme (es una especie de guía sobre Alemania y todas las partes de su territorio)... en esta foto faltan bastantes cosas, pero creo que ni siquiera me cogerían. Al menos tengo un gran tesoro para recordar.



Aunque no sé si se aprecia en la foto, en Bremen he tenido, además, la oportunidad de comprarme los pendientes de Prism, de la colección que Katy Perry hizo para Claire's, ya que en Alemania estaban razonablemente más baratos que en España. Son esos dos pequeños triangulitos que están encima del prism de la edición deluxe del Prism (viva la redundancia).


So, yeah...liebe, liebe, liebe!










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